2 de junio de 2008

Comentarios de MARC HERMANS

Como director de arte trabajo con conceptos, y para eso he tenido que aprender a ver las cosas conocidas como si fueran desconocidas. Marcel Proust decía: “El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes sino en tener nuevos ojos.” Según mi interpretación, esto quiere decir que tenemos que abrirnos a nuevas posibilidades, renovar nuestra curiosidad, ver las cosas conocidas como si fuera la primera vez que te cruzas con ellas. Sin embargo solemos ir por el lado contrario. Criticamos mucho, pero no somos suficientemente críticos con la información que nos llega. No cuestionamos demasiado lo que nos cuentan en los periódicos o en la tele, y si lo cuestionamos alguna vez, lo hacemos a través de gafas de cierto color político, social o cultural. Por esa razón creemos conocer verdades que nunca se probaron y descartamos posibilidades por las mismas creencias sin siquiera investigarlas.

Ahora, cuando se quiere tratar un tema difícil, como la guerra o la reencarnación, no basta con quedarse en la superficie. Hay que estar dispuesto a bajar a las profundidades de la naturaleza humana y hasta explorar terrenos desconocidos y experimentales. Con “Escombros”, Eva ha sabido unir varios elementos de ese tipo. Por lo tanto es un libro que espera del lector que se esfuerce un poco con su capacidad de observación, sus sentimientos, su voluntad y sus pensamientos, para entender y apreciar a los personajes con todos sus defectos y equivocaciones, pero también por lo siguiente:

De uno de los temas que trata el libro quiero dar una pequeña introducción, más que todo porque mucha gente tiene una idea erronea de éste, a causa de los muchos prejuicios y la falta de información exacta e imparcial. La idea de la que hablo se ve reflejada en el subtítulo del libro: “Caminos del Pasado – Cimientos del Presente”.

Todos hemos oído hablar de la palabra Reencarnación, pero pocos han profundizado en su verdadero significado, y menos en si podría ser una posibilidad real o no, pero ¿por qué no podría serlo? Quizá no de la forma que conocen en India, según la cual nos podemos convertir en los animales que ya casi somos en esta vida, porque seguramente sería ahora el cerdo la especie dominante en este planeta. Pero en la mayoría de las religiones se habla de algún tipo de reencarnación, y hasta Platón lo menciona alguna vez en sus escritos. Si no hay suficientes pruebas ni en contra ni a favor como para poder decir con certeza si es una opción válida o no para entender la vida, y una mente tan grande como la de Platón la toma suficientemente en serio como para escribir sobre ella, ¿quiénes somos nosotros para descartarla como posibilidad?

Para mucha gente el problema está en que no recuerdan nada de sus posibles vidas anteriores, y lo ven como prueba de que no existe la reencarnación, pero me podría imaginar un montón de razones por las que esto funciona así. Imaginaos por un momento que estáis andando por un paisaje accidentado. Salís de un valle subiendo la colina y, una vez arriba, bajáis por el otro lado en un valle hasta entonces desconocido. En cuanto empezáis a bajar perdéis de vista el paisaje del que habéis salido. Evidentemente nos acordamos del valle anterior, aunque poco a poco perderemos los recuerdos que nos parecen menos importantes, pero ¿y si nuestra memoria de vidas anteriores fuera como nuestra vista? Una vez que el valle anterior está fuera de nuestro alcance visual, ya no nos acordaríamos de él, ni del camino que hemos seguido para subir la colina que ahora estamos bajando. Sin embargo notaríamos el cansancio en las piernas por haberla subido.

Lo último nos enseña otro aspecto que no nos suele gustar, pero que va unido a la idea de la reencarnación: Suele llamarse Karma o Destino.

Estamos bajando la colina y sentimos ese cansancio “inexplicable” por no acordarnos de haberla subido antes en el otro lado, y nos quejamos por ello, pero quizá no nos quejaríamos si nos acordáramos de la subida anterior. Imaginaos que, sin ser conscientes de ello, lleváramos con nosotros el conocimiento del paisaje que hemos dejado atrás, el cansancio de la subida y las emociones que nos ha provocado el recorrer todo este camino; así traeríamos con nosotros el karma de nuestras vidas anteriores, que nos afectaría en la vida presente sin saber conscientemente de dónde viene. Si recordáramos “los valles anteriores” y “las subidas y bajadas” que hemos recorrido hasta llegar aquí, todo podría tener más sentido, además podríamos hacer un buen plan de viaje, sabiendo que estamos en un camino mucho más largo de lo que en principio ven nuestros ojos. Y aquí es donde entra de nuevo Marcel Proust, aunque esta vez a un nivel más profundo, y quizá deberíamos entender sus palabras de forma más literal:

“El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes sino en tener nuevos ojos.”

Espero que esta pequeña charla filosófica os haya abierto la mente para la posibilidad de lo que se describe en “Escombros”, y que os sirva para introduciros en las profundidades de esta historia.

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